DESNUDA Y CON MIEDO…

Por Ovario

Hace mucho tiempo me enamoré cuando no sabía como afrontarlo y por mi propia negligencia huí por cobarde, porque sentí miedo de transgredir alguna norma de la sociedad o suciedad que hace tan rudo manifestar tus sentimientos. No sabía enfrentar obstáculos, no me enseñaron como era la vida ni nada, solo las reglas y las ordenes absurdas que te llevaban a la más absoluta infelicidad. Cuando logro la hazaña de comprender lo maravilloso de ser uno mismo, sin importar los residuos del decoro y la fantasía de bultos mentales, vacíos, falsos, podría ser tarde. Realmente desconozco el futuro. Las dudas son implacables.  

En el camino me volví a jorobar con otro amor, pero esta vez me atreví a pasar la raya. Sin embargo solo llagas quedaron por amar tanto y solo el recibir pequeñas limosnas de consolación las cuales acepté por tanta hambre efectiva aunque bastante indigestión me dejaron. Torpemente viví largos años hacinada en la nada.

Cuando el desaliento irrumpe tu ser, se muda con todo a tu existir y como el propio invasor se instala para cumplir su misión de mantenerte cabizbajo el mayor tiempo posible. Entonces de repente, en algún descuido, te quitas las gríngolas y comienzas a ver a tu alrededor cosas y situaciones que antes no captabas. Es entónces cuando reconozco a mi patria y se apodera de mi un sentimiento profundo nunca experimentado, hermoso, frágil y con una carga dolorosa inmensa pero a la vez extraordinaria.  

Con pasión incondicional me entregué a ella y escribiendo estas líneas locas no puedo contener las lágrimas. Debe ser que no consigo cerrar la llave de paso y todo se desborda. Espero no sea debilidad.

Me volví optimista 100% porque me enamoré de mi país. Entendí el significado de mi bandera, escuché con emoción la letra de mi himno y nada era suficiente para bregar cada día, cada año buscando ser parte de su liberación. Pero la vileza de quienes se apoderaron de ella, más los falsos líderes, nos mantienen afligidos por convertirla en una letrina de desamor. Y no entienden que estamos haciendo historia, la que estudiarán nuestros nietos y las próximas generaciones cuando ya no estemos aquí. Somos la historia de Venezuela. Sueño con cambiar lo que hasta hoy tenemos, en memoria de nuestros antepasados.

Mi tiempo, mi descanso, mi vida, mis sueños me hacían invencible ante una realidad que no quería ver y es esa misma que hoy comienzo a descifrar aunque me aturda y me lesione.

Es menester pensar y actuar con cabeza fría pero es tan obsceno como han destruido mi país que pasarán muchos años o décadas para enrrumbar mi amada tierra y sacarla de este jaleo que no comenzó con el actual gobierno sino que empeoró descaradamente. Pero si, es consecuencia de todo lo anterior, de la indolencia colectiva, por culpa de todos nosotros quienes no supimos apreciar la grandeza de un país tan bonito, de gente muy particular y excepcional.  

Mi amor patrio es un desafío, por eso hoy tengo mucha incertidumbre. No sé si hago lo correcto, total, nunca me han correspondido. Entonces ¿llegaré a la vejez luchando sin lograr sacudir un sendero nuevo, sin lucro pero capaz de sacarme de este marasmo agónico?

¿Dónde está el pueblo bravío? ¿es que no sienten la pestilencia?

Es un suplicio amargante caminar, escuchar, ver y sentir a cada instante la ignorancia, la sumisión ante tanta infamia. Estoy asqueada de ver como por ejemplo ayer, una muchacha de no más de 18 años cruzaba la calle tomándose un jugo, lanzando el pote al piso. Es algo pequeño que no es para meterla presa, pero no entiendo, por eso le dije «que bolas». Su respuesta fue reirse de mi. La que no está identificada con acciones tan cavernícolas soy yo, ¿o será que soy rolo de pendeja al guardar en mi cartera el envoltorio de un simple caramelo?.

Y es el motorizado que no respeta los semáforos, es la cuerda de infelices que dejan sus residuos de miseria en las calles, es el que se haya perdido la fraternidad y el que los valores hayan quedado en alguna alcantarilla mugrienta.

Muchos invocamos a Dios ante la tragedia de ver con nuestros ojos en tiempo presente como se pierde un país donde no hay educación, donde te tropiezas a diario la vulgaridad como forma de vida. Y de repente se me ocurre pensar en mi, por primera vez, viendo tantas penurias y tengo miedo de serle infiel a mi amor por Venezuela.  

¿Será pecado cambiar los malos olores por una fragancia que te de placer?, es decir ¿otro paisaje? Dicen que después de la tormenta siempre viene la calma, después de la oscuridad llega la luz, pero este suplicio de esperar la insurreción de estos holgazanes me tiene un tormento que sacude mis sentimientos hacia mi misma.

Tengo miedo y no sé que camino tomar mientras espero que los afeminados respondan porque los hombres susurran lo que deberían gritar ante tanta tropelía. Ya siendo esclavos del poder de uno, será más difícil luchar.

Y aun tengo esperanzas, no la quiero abandonar. Nunca fui egoista. Ahora realmente hasta me siento culpable por pensar en mi. Le pido a Dios cada noche que ilumine a los venezolanos, sobre todo a esos que no quieren ver, que llenan las tascas, que viajan, que trabajan solo para ellos, mientras un pequeño porcentaje de la población no ha parado de luchar, es perseguida, encarcelada, y asesinada. Venezuela es un país triste, ruego al cielo que esa tristeza se transforme en valor para recuperar lo que dejamos perder..

Te amo Venezuela…